Celso Piña, el perfecto impostor y la caída del acordeonero regio
El fanatismo que sentía por Celso Piña se destruyó en el momento en que escuché la canción "Cállate Corazón", que aparece en su disco Mundo Colombia del 2002.
Una charla entre acordeones virtuales
Descubrí a Celso Piña en un momento de gran tensión: la vida de mi madre estaba en riesgo y atravesaba una recuperación cuyo éxito era incierto, por lo que su música fue un refugio durante esa época oscura de mi adolescencia. Su disco Barrio Bravo fue una motivación para aprender a tocar el acordeón usando una tablet en una austera aplicación; no como ahora, que existen aplicaciones más elaboradas como "Mezquite", con tutoriales incluidos. En ese entonces no había nada: solo mis ganas de aprender usando mis oídos y mis dedos torpes.
Después de haber devorado la mayoría de sus discos principales y haber tenido mi primer acordeón, un Hohner Compadre en Fa (que no se escuchaba como lo que estaba acostumbrado por ser para música norteña), me encontré con una canción que lo cambiaría todo: "Cállate Corazón". Escuché un acordeón con una ejecución limpia, virtuosa y magistral. No podía creer que mi maestro virtual, Celso Piña, pudiera tocar el acordeón de esa manera, y quería escuchar más canciones.
Puedes reconocer fácilmente quién toca el acordeón escuchándolo detenidamente y haciendo comparaciones.
Por eso mismo no me cuadraba que él pudiera tocar esa canción, ya que su forma de tocar era de una digitación "sucia", con tropiezos y un arrastre de botones que puedes notar en sus grabaciones, y no se diga en las presentaciones en vivo.
Resulta que el acordeón que se escucha en esa canción pertenece a nada más y nada menos que a Gonzalo Arturo Molina, más conocido como "El Cocha Molina". Acordeonero colombiano y Rey Vallenato en la categoría profesional —la más difícil de ganar debido a todos los monstruos de la ejecución que participan—, en la edición "Rey de Reyes".
Esto hizo que mi ídolo se derrumbara ante mis oídos y ojos incrédulos, después de haberlo alabado y ensalzado durante mucho tiempo. Agradezco al destino haberme dado cuenta antes, pero ojalá nunca hubiera sido de esa manera.
Ahí comprendí que todos esos elementos hacían de Celso Piña un rebelde necesario, pero un maestro terrible. Una verdad muy dolorosa que me distanció de su música durante muchos años, hasta que su muerte retumbó en mi alma como un rayo en primavera. Nunca lo pude conocer y me sigo arrepintiendo hasta la fecha.
Celso Piña, ¿Un perfecto impostor?
La leyenda de "Celso Piña" se esparció en todos lados. Los medios lo elevaron y la gente empezó a aceptarlo como el único y el más grande. Hasta el día de hoy, Celso es raramente cuestionado. Sin duda, su carisma y su autenticidad han ayudado a que no se le critique; se ha vuelto una imagen fija, un ídolo estático, pero una referencia casi obligatoria para todos los acordeoneros que inician en la cumbia.
¿Por qué los acordeoneros regiomontanos han preferido imitar sus defectos antes que superar su nivel?
Me parece que aquí ocurre un fenómeno muy parecido al que he observado con la Beatlemanía (curiosamente, Celso Piña era fan de la banda): negar a otras bandas que tocan mejor y defender que siempre serán el número uno. Esto provoca que las referencias que tienen sus fans músicos se limiten a cada una de las facetas de The Beatles y, de forma inconsciente, terminen tocando parecido a ellos, con la consecuencia de no avanzar artística ni creativamente.
Es ahí donde digo que la idolatría se convierte en una limitante técnica y musical. ¿Dónde queda la experimentación? ¿El sonar diferente? ¿El tener un estilo propio? La obsesión con Celso ha limitado -sin querer- el crecimiento de generaciones enteras de acordeoneros.Su legado es un espejo que refleja tanto grandeza como límites.
¿Qué ha pasado con la cumbia regia?
La cumbia regia ha evolucionado de forma muy curiosa. Cada vez más, la cumbia con metales es la norma. Toda una orquesta de trompetas y trombón arropa al acordeón; la guacharaca nunca puede faltar, y las congas marcan el sabor rítmico. La caja vallenata brilla por su ausencia.
La producción ha mejorado, y cada vez se escuchan más versiones de baladas de los 80's en los barrios y calles populares de Monterrey, pero Celso Piña sigue haciendo eco tras su partida.
No quiero que este artículo adquiera un aura negativa en su totalidad: es crítica. La misma crítica necesaria para el arte y los valores culturales, para seguir regando las bases y cosechar fruto nuevo, en pocas palabras: los próximos jóvenes acordeoneros que están por venir.
No todo es negativo
Que una figura pionera se haya atrevido, junto con otros artistas, a fusionar la cumbia con otros géneros fue osado, innovador y bastante poderoso, sobre todo por el éxito arrollador que tuvo, lo que lo dejó como una referencia muy fuerte. Sin embargo, se quedó ahí. Ya no volvió a escucharse algo similar después.
A pesar de eso, es innegable que Celso Piña dejó un ejemplo a seguir con su forma de ser: humilde, amable, "guapachoso", relajado y amigable. Claro que la rebeldía formaba parte de su estilo, pero creo que se quedó corto a comparación del original rebelde del acordeón, Alfredo Gutiérrez. Aun así, el hecho de ser elegido como el padre de un movimiento como el de los cholombianos es digno de admirar.
Una figura paterna que arropó una subcultura necesitada de apoyo y cariño, en un ambiente de violencia, muerte e inseguridad.Se volvió un ícono, un ejemplo a seguir, se volvió leyenda. Y eso no cualquiera lo consigue. Así se tenga talento excepcional y virtuosismo, no se puede negar que se volvió una voz de masas.Te invito a ti, lector de este artículo, a que reflexiones sobre cómo veneramos ídolos sin cuestionarlos y cómo podemos trascenderlos. No se trata de destruir a Celso Piña, sino de reconocerlo como la figura importante que fue, y de la importancia de seguir creando nuestro propio estilo. Conocer otros artistas, otras agrupaciones, otros acordeoneros. Y, si quieres iniciar en el acordeón, que tengas en cuenta esto: que el estudiante supere al maestro, y no que el estudiante se quede como estudiante para siempre.
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